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SAN MARTIN DE PUSA

Sobrio señorío soberano

Estas tierras han sido habitación de civilizaciones desde el Neolítico. Poblada por celtas y romanos, impronta y leyenda de mozárabes y templarios, San Martín de Pusa es el génesis del que fue, más tarde, señorío de Valdepusa.

El señorío de Valdepusa remonta sus orígenes al solariego siglo XIII, aunque la jurisdicción no le fue concedida hasta el 26 de mayo de 1357, siendo entonces su señor Don Diego Gómez de Toledo, familia que llegó a emparentar con monarcas castellanos, pues su hija más pequeña, Teresa, dio una hija, de nombre María, al rey de Castilla Pedro I, mujer que sería priora del toledano convento de Santo Domingo del Real.


La villa de San Martín de Pusa se encuentra situada en el centro del antiguo señorío. Sin embargo, su fundación fue hecha por los vecinos de la antigua y cercana población de El Pozuelo, gracias a la carta puebla otorgada por su señor Payo de Ribera el 3 de abril de 1457. La genealogía de éste ostenta como progenitor al legendario don Per Afán de Rivera, adelantado de Andalucía y fundador de la cartuja sevillana de Nuestra Señora de Santa María de las Cuevas, sede de la cerámica de Pigman y, más recientemente, de la Exposición Universal celebrada en 1992.

Precisamente en San Martín, levantó una casa fuerte el nieto de Per Afán de Rivera, que, con el mismo nombre, fue sexto señor de Valdepusa, en 1470. La vivienda ocupó un solar junto a una antigua torre que bien pudo tener sus orígenes en un castro celta, pues, recientemente, ha aparecido en ella un bulto de verraco propio de la cultura vettona que pobló esta zona entre los siglos IV y I antes de Cristo. A su vez, el nombre de la villa proviene de haberse levantado en los primeros días de la población una iglesia bajo la advocación del santo obispo y apóstol de la caridad cristiana San Martín de Tours, del cual, combinado con el del señorío, tomó nombre la villa como San Martín de Valdepusa, pasando en el siglo XVIII a denominarse, simplemente, San Martín de Pusa.


Pasear por la villa de San Martín de Pusa, caminar por sus recoletas calles, plazuelas y plazas es encontrarse con una población antigua y señorial. Es, ante todo, rezumar una historia de siglos y admirar esa arquitectura toledana de aparejo, tan propia y tan suya



En el siglo XVI, San Martín se convirtió en el centro administrativo y jurídico de su propio señorío, al cual también pertenecían Santa Ana de Pusa, Los Navalmorales e, incluso, Malpica. Por este motivo, se impulsan grandes obras, como la iglesia actual, el ayuntamiento, el pósito, la cilla, la casona donde residían los administradores de los señores, un hospital para peregrinos y el actual palacio. Unas y otras cuestiones beneficiaron a un lugar que fue favorecido y amado por sus señores, los cuales llegaron a alcanzar los títulos de marqueses de Malpica y duques de Arión, entre otros, si bien ellos siempre gustaron de llamarse señores de Valdepusa. De hecho, en tan amplio señorío preferían habitar en el castillo de Malpica y en el palacio de San Martín de Pusa, el cual es, hoy, propiedad de los Fernández de Córdoba y Frigola, descendientes de los antiguos señores.

El caminante y la villa 

Pasear por la villa de San Martín de Pusa, caminar por sus recoletas calles, plazuelas y plazas es encontrarse con una población antigua y señorial. Es, ante todo, rezumar una historia de siglos y admirar esa arquitectura toledana de aparejo, tan propia y tan suya. Es, también, disfrutar de la hospitalidad de sus vecinos, gente con una gran impronta castellana, de amable trato nacido de la seriedad.

Pasear por la villa de San Martín de Pusa es encontrarse con su esbelta iglesia, construida sobre otra anterior a finales del siglo XVI. Obra de aparejo toledano, donde el ladrillo muestra sobriedad arquitectónica y parece salida de las manos del gran maestro Nicolás, creador del barroco talaverano y autor de la torre de la iglesia de Los Navalmorales, con la cual guarda gran parecido esta de San Martín.

Mas, la parroquia no es el único encuentro. Durante el paseo, se aparece también la vieja casona del siglo XVI, construida como vivienda de los administradores de los señores de Valdepusa. La misma en la que, un día ya lejano, se hospedó Santa Teresa de Jesús, cuando, desde la puebla de Nuestra Señora de Guadalupe, se dirigía a Puebla de Montalbán.


Aunque no todos los tesoros son de gran volumen. En una recóndita plazoleta, ha de hallar el caminante una preciosa ermita dedicada al Santísimo Cristo de Valdepusa, imagen que los del Valle del Pozuelo trajeron a la villa cuando abandonaron su antigua población. El Cristo fue escondido por los naturales dentro de un pozo para librarle de la furia y sinrazón de los ejércitos de Napoleón y fue encontrado años más tarde, sin sufrir ningún daño.
En ella, como una singular simbiosis, se encuentran una pilastra tardorromana y la imagen por quien tanta devoción sienten los lugareños que le celebran fiesta el 3 de mayo.

Más allá, el edificio del ayuntamiento, sito en la Plaza Mayor, aunque una placa del siglo pasado anuncie que el espacio está dedicado a la Constitución, fue levantado a finales del siglo XV, cuando los Reyes Católicos mandaron hacer casas grandes donde se ayuntaran los concejos, o, en caso de desobediencia, pena de supresión de fueros y prebendas.



San Martín de Pusa siguió esta pragmática y levantó una magnífica casa grande donde pudo ayuntar su concejo, del que fue alcalde honorífico Alfonso XIII. Frente a él, se alza, majestuoso, pero con sobriedad toledana, el palacio de los antiguos señores de Valdepusa.


Es obra del siglo XVI, construido sobre la casa fuerte que levantó en 1470 Per Afán de Rivera y está junto a la vieja torre donde se han encontrado restos celtas.

La fachada es soberbia y, en ella, campea una piedra armera, antes ubicada en un edificio sito frente al palacio, que, tal vez, fuera la cilla donde se cobraban los diezmos.

Este escudo cuartelado luce las armas de los Rivera, de oro y vede, en los cuarteles uno y tres y la de los Figueroa, cinco hojas de higuera verdes en campo de oro, en los dos y cuatro.

Son, sin duda, las del sexto señor de Valdepusa, don Per Afán de Rivera y Guzmán, y las de su esposa, doña Elvira de Figueroa, hija del primer conde de Feria, la cual, viuda y sin descendencia, fundó el convento de Nuestra Señora de la Concepción en la pacense Frejenal de la Sierra.







El palacio fue dado en el siglo pasado, junto con el título de marqués de Montalvo, a Nicolás Fernández de Cordoba, Alvarez de las Asturias y Bohorquez, quien lo recibió de su padre, decimoséptimo señor de Valdepusa y duque de Arión, marqués de Malpica, Mirabel, Pova, Mancera, Valero y Montalvo y conde de Gondomar, Brantevilla, Los Navalmorales y Melgar. Por último, el título de marqués de Zujasti llegaría a esta casa por donación de María Luisa Fernández de Córdoba y Alvarez de los Asturias Bohorquez, hermana del primero.

                                 





Fuente: Revista Ibérica - Miguel Angel Reviriego Alía (D.E.P)


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